martes, 7 de junio de 2011

No hay crimen perfecto

Entró sigilosamente, de puntillas. Previamente, neutralizó a los perros con un espray de fuerte olor a perfume. El matrimonio dormía en la ancha cama, colchón de hojas de mazorca, en la estancia de la primera planta. Con un trapo impregnado de eter, adormiló a la pareja. Tranquilamente pudo pasar el sedal de hilo de pescar por el cuello. Apretar. Desnucar.Fueron, según los forenses, unas muertes dulces. Pero fueron unas muertes trágicas para su familia, especialmente sus niños que pasaban la noche en el pueblo con los abuelos. La masía quedó como en la fotografía, abandonada y con la despensa vacía.
La gente del pueblo no sabía quien ni porqué. Los viejos no tenían enemigos en el pueblo. Debían ser forasteros.Tan sólo se deslizó que robaron. Pero qué podían robar de una masía en l'Alcalatén en el siglo XXI?

Al cabo del tiempo, cuatro ocho años, cuando nadie pensaba en el crimen de la masía de l'Alcalatén, un joven se apostó en la feria de antiguedades. Vio en una mesa un montón de "dobletes d'or" y unas monedas romanas. Aquellas monedas las vió muchas veces al atardecer cuando su abuelo se las mostraba como la herencia más preciada que les iba a dejar. Era fruto de generaciones trabajadoras y honradas. Su honradez era su principal seña de identidad.

Siguiendo el rastro de las monedas de oro, se llegó al autor del crimen. Nunca hay crimen perfecto.

1 comentario:

Anna dijo...

Què ben escrit... M'ha agradat molt!!